RODRIGO ALFONSO CANTÚ PEÑA
Actualmente, en México, existen poco más de 80 millones de internautas, esto según el INEGI.
De esos 80 millones de internautas, cerca de 77 millones son usuarios activos de las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, LinkedIn, YouTube, etc.), quienes para usar las aplicaciones tuvieron que crearse una cuenta, compartiendo datos personales, tales como: nombre y apellidos, edad, número de teléfono, dirección de correo, ubicación, que si bien no es la dirección exacta del domicilio, si cuando menos la región (municipio).
Además, las aplicaciones cuentan con acceso a otra información contenida en nuestros teléfonos, como podría ser contactos, fotos, e incluso, al GPS para poder determinar nuestra ubicación.
Si bien, las aplicaciones no tienen la intención de hacer mal uso de nuestra información, pues lo que piden, en muchos casos, es necesario para un funcionamiento integral de la aplicación; lo cierto es que tienen acceso a mucha información confidencial o privada de muchas personas, y no solo en México, sino que sucede así en todo el mundo.
En este sentido, debemos de saber que, si bien, las empresas no venden nuestra información a terceros, sí la usan para enviar publicidad personalizada a los usuarios, vendiendo espacios publicitarios a terceros.
Las redes sociales almacenan (con asistencia de inteligencia artificial) todos los movimientos que realizamos en las aplicaciones y esto, en conjunto con la información personal que proporcionamos, resulta en un anuncio de publicidad personalizado para cada usuario.
Es decir, las empresas deciden anunciarse en redes sociales ya que, estas, utilizando los datos personales de sus usuarios, pueden mandar una publicidad específica en el momento idóneo a cada usuario, haciendo así, más dinero. En resumidas cuentas, quien más información tenga del usuario, es quien más lucra.
No debemos de perder de vista que, en este tipo de empresas, a pesar de que sus servicios son gratuitos para todo usuario, son de las más lucrativas en el mundo, esto sucede así, ya que, el producto es nuestra información y el cliente es quien decide anunciarse en redes.
Ante esto, debemos de optar por regulaciones más estrictas en el manejo de nuestra información personal y en el tipo de publicidad permitida para cada usuario.
Además, debería de analizarse la posibilidad de establecer un impuesto (con fines extra fiscales) que pretenda gravar la información (de usuarios) almacenada por estas empresas, para así desincentivar el uso y manejo de esta información.