Dr. Efrén Vázquez Esquivel
La Primera Guerra Mundial estalló el 28 de junio de 1914, dos meses después Kelsen fue llamado como reserva; pero por causa de una pulmonía que sufrió sólo estuvo en la tropa unos meses, se le consideró apto sólo para trabajo de oficina. Fue útil en el Departamento de Justicia del Ministerio de Guerra del Imperio austrohúngaro, donde logra alcanzar el grado de capitán. Posteriormente el ministro de Guerra del Imperio, Rudolf von Stóger-Steiner, lo nombra su asesor; poco después el mismo nombramiento le otorga el emperador Carlos I, convirtiéndose de esta manera en uno de los principales estrategas de la pacificación del mundo.
En lo que respecta a la transformación de la monarquía imperial austrohúngara en países autónomos e independientes, el estratega también fue Kelsen. Un dato que me parece importante resaltar es que, aunque en el Ministerio de Guerra Kelsen fue ascendido al grado de capitán, él no fue un estratega militar, sino más bien un estratega político pacifista y demócrata.
En efecto, gracias a su formación teórica del derecho, de la teoría de la democracia y de la filosofía del derecho, a su formación teórica en las áreas de la antropología y teoría política, conocimientos que seguramente le proporcionaron amplios horizontes, Kelsen encabezó la batalla pacificadora, y no solamente en el Imperio austrohúngaro, batalla que, como buen estratega, resultó vencedor.
¡Cuánta falta hace en estos momentos de guerra (prácticamente de los países de la OTAN, aunque no de manera directa contra Rusia) un hombre o mujer de la estatura de Hans Kelsen para persuadir a los lideres mundiales de la necesidad de lograr la paz!
Ahora bien, para corroborar lo dicho en el primer artículo sobre el hecho de que las posibilidades más importantes del éxito son las que uno mismo genera y las que nos llegan de casualidad, las cuales a veces ni siquiera vemos, mucho más que las que heredamos de nuestros padres y de la sociedad, me referiré ahora a cómo generó Kelsen las posibilidades de acceso a la cúspide del poder, que es donde se toman las decisiones fundamentales, y cómo le llegó de rebote y sin esperar una muy buena posibilidad que supo aprovechar.
Kelsen cuenta en sus memorias que en el ejército él estuvo muy cercano al mayor Dr. Albín Schager, quien ejercía cierta influencia en el emperador Carlos I; Albín Schager crea una revista de derecho militar y le pide un artículo a Kelsen: “Yo había escrito un tratado sobre la cuestión de una reforma constitucional que podría llevarse a cabo después de la guerra –dice Kelsen–, el cual pensaba publicar al término de la guerra en mi Revista Austríaca de Derecho Público. El tratado contenía todo un capítulo que se ocupaba de la división del ejército común, que habían gestionado los húngaros. Arranqué literalmente el capítulo de mi manuscrito y se lo entregué a mi jefe, como contribución para la nueva revista”.
Ese hecho lo olvidó Kelsen. Y “…un día –sigue diciendo Kelsen en sus memorias– me mandó llamar mi jefe y me comunicó que se me ordenaba presentarme ante el ministro de Guerra. Me preguntó que si sabía de qué se trataba y yo le contesté sinceramente que no tenía la menor idea. El ministro me recibió visiblemente contrariado y me preguntó si no sabía que los oficiales del Ministerio sólo podrían publicar con la previa autorización del mismo. Yo le contesté que desde que estaba en el ministerio no había publicado nada, a lo cual replicó el ministro: «¿Y su artículo de derecho militar?»
Kelsen ignoraba que el proyecto de revista del mayor Albin Schager ya se había publicado, que el primer número ya estaba en circulación y que uno de sus ensayos era el de él, por lo que según nos narra, -para continuar con la anterior cita-, tuvo que pensar rápidamente en la mejor forma de defenderse ante el ministro:
«Me di cuenta que el ministro sospechaba que yo estaba trabajando para el mando supremo del ejército, el cual merced a rivalidades personales se encontraba en un conflicto de competencia con el Ministerio. Inmediatamente después de haberse puesto al frente del gobierno, el emperador Carlos I había hecho una promesa al gobierno húngaro, en relación con la solicitud de este para dividir el ejército. Del estudio y preparación de las medidas necesarias en esta cuestión, había encargado precisamente al nuevo Ministro de guerra. Ahora bien, el enterarse de alguna manera que una revista editada bajo los auspicios del supremo mando del ejército contenía en su primer número un artículo sobre la separación de los ejércitos, le hizo sospechar que el mando supremo intentaba apoderarse de la cuestión . El hecho de que el artículo proviniera de uno de sus oficiales, lo interpretó entonces como una deslealtad. Todo ello lo puede adivinar, solamente, a través de las vagas alusiones que me hizo el ministro. No me resultó dificil convencerlo de que el fondo político del asunto me era totalmente desconocido y de que no tenía mayor ambición que la de poner mis modestos conocimientos en el área de derecho constitucional austrohúngaro, bajo su exclusiva disposición. El resultado fue que me llamó inmediatamente a la presidencia, asignándome una oficina contigua a la suya».
Y la posibilidad se convirtió en realidad. A partir de ese momento Kelsen es el asesor inmediato no sólo del Ministro de Guerra sino también del mismo emperador Carlos I. Sus estrategias pacifistas, basadas en el principio de autodeterminación de los pueblos fueron tomadas en cuenta por el emperador austrohúngaro. Y no porque fuera lo mejor para poner a salvo la monarquía, sino porque dadas las condiciones objetivas y subjetivas del momento que Hans Kelsen supo muy bien interpretar, la liquidación de la monarquía y la integración de un gobierno de coalición de transición, encabezado por Heinrich Lammasch, era la mejor opción no sólo para el emperador Carlos I, sino para el futuro de Austria.